Un poema de Ingrid Odgers

miércoles, octubre 17, 2018

Una experiencia por Ingrid Odgers


La cárcel del viernes. 5 de Octubre de 2018

Por Ingrid Odgers



Se abre la puerta tras pulsar el citófono. Te acompañan a una oficina de dos escritorios. Un gendarme saluda y te pide la cédula de identidad, las gafas, el llavero y el celular. Tomo mi bolso, mi bufanda y voy a la puerta, el gendarme que espera de pie en el dintel me conduce hacia una puerta enorme con chapa y rejas, entras y otro gendarme recorre tu cuerpo con el detector de metales, luego es otro gendarme quien te acompaña a cruzar la puerta de control que suena si llevas algún metal no detectado en revisión anterior. Se abre una puerta, también enorme y gruesa, con las llaves que lleva otro gendarme. Subes la escalera te recibe el director del Liceo de la cárcel, charlo y bebo un vaso de agua, es una charla agradable y extensa. Un interno joven te lleva a la sala de clases, al caminar lo grato se desvanece, las paredes son verdes y descascaradas, se siente un olor agudo a cocina. Te indican la sala, el escritorio del profesor es café descascarado, las mesas de los alumnos internos están grises rayadas, el paisaje es desolador, al menos- pienso- desaparece el molesto olor a cocina y a encierro. Hay dos alumnos al interior, nos presentamos, hablamos, les pregunto por la caja de materiales, uno se ofrece a buscarla donde el encargado de biblioteca el suboficial Pérez Yañez.

Converso animadamente con Cristián, mi primer alumno, me cuenta detalles del taller anterior, mientras se corre la voz que he llegado. Recibo la caja, retiro cada material. Busco la lista estándar de asistencia. No se encuentra. Tomo un papel, indico nombre y firma, llegan más alumnos, los saludo y pasan a tomar asiento, los hago firmar. De gota a gota, llenan la sala. No dejan de conversar. Son hiperactivos, con una gran ansiedad inquietante e indescriptible, son acelerados y preguntones. Están felices, algunos muy extrovertidos, otros muy reservados. Charlamos. Nos hemos dado la mano y la mutua bienvenida.





La cárcel del martes.

Por Ingrid Odgers

Se repite la rutina de ingreso. Cristián, el joven interno me acompaña a la sala de clases. Esta vez no está el ambiente cargado de olor a cocina, ese tufillo como a comida rancia que se impregnaba fuerte el viernes pasado. Me instalo frente a la mesa de trabajo la caja de materiales la deja Cristián encima de la mesa, ¡voy por la otra señorita! dice animoso. Los alumnos rodean la mesa, son como tres o cuatro, los que llegan primero, saludan alegres, me llenan a preguntas, qué cómo he estado, que me recordaron el fin de semana, que están muy contentos conmigo…los miro con cariño y agradezco sus palabras. Un alumno me dice ¿puedo ver la caja?, la abro y digo claro que sí, son solo materiales, dime qué quieres que te preste y apunta tu nombre en una hoja. Después de revolver literalmente la caja toma un block y unos lápices, me pregunta ansioso: ¿puede prestármelo señorita? Por supuesto, pero no olvides anotar y pasarme la hoja. Como goteras llega el resto de los jóvenes.

Otro alumno consulta ¿qué haremos hoy día? Entonces les pido que tomen asiento y se tranquilicen, son muy inquietos sin embargo no está esa ansiedad que abundaba por la sala el viernes pasado. Cuando cada uno tiene sus hojas y lápices empiezo a leerles un resumen de una novela y les pido que escriban su opinión respecto a la actitud de la protagonista y sus circunstancias de vida. En silencio y obedientes como niños de jardín realizan el trabajo luego de comentar en conjunto la novela donde entrego algunos detalles más y les explico la narración. La verdad que había que pasarles una película sobre el libro, pero lejos de lo que creen en Santiago, en la penitenciaría no hay data show, no hay computador que se disponga para la clase…eso no es posible. Les digo que para la próxima clase veré la posibilidad de un Data y un computador… Entregan los trabajos con su visión, algunos hacen un poema. Todo lo recibo me interesa que trabajen pero también charlar, intuyo que ellos lo necesitan ser escuchados por alguien mayor les interesa y mucho. Varios alumnos que se inscribieron para esta sesión, abandonan la sala, hasta la próxima clase señorita, debo ir a trabajar, discúlpeme.

Así es la cárcel, los internos no pueden ausentarse más de una hora - hora y media de sus quehaceres, todos hacen algo y deben cumplir. Les pido: niños para la próxima necesito sus trabajos. Sí señorita, lo haremos. Sin embargo, los alumnos no son siempre los mismos, van rotando cada sesión, unos porque trabajan, otros porque no tienen ánimo. Le pesan las rejas, pero no solo eso, el trato que reciben, ese trato de pertenecer al inframundo, a la escoria social. Muchos sufren depresión, angustia, ansiedad…dolor, y su único alivio es la marihuana y una que otra pastilla que les venden en la misma prisión.

Les leo algunos poemas como segundo trabajo planeado para ellos y vuelven a sus hojas y retoman el lápiz. Al despedirme la misma ansiosa pregunta: ¿Volverá la próxima semana?

Me dan la mano, unos me abrazan, no se pierda dice otro con cara de súplica. Les acaricio la nuca y me despido. Tengo una sensación contradictoria algo de alegría y algo de dolor. Yo quiero a estos cabros, pienso mientras camino a la guardia a retomar mis objetos personales: La billetera, el celular mi llavero y las gafas. Hay que cubrir rápidamente los ojos para que no adviertan unas rudas lágrimas que se agolpan lento sobre mis mejillas.

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Ser designada miembro del Consultivo Nacional de la Cultura y las Artes de mi país, ha sido un honor, lo más relevante de mi carrera literaria, un reconocimiento a mi labor como creadora y a la intensa gestión cultural que he desarrollado durante largo tiempo. La incorporación de mi obra a la Historia de la Literatura Hispanoamericana de Polonia, ha sido una gran alegría y hoy, el Premio del Fondo de Apoyo a Iniciativas Culturales área Literatura, categoría Novela, que otorga la Ilustre Municipalidad de Concepción, reconoce y respalda mi creación artística-literaria. Estas distinciones han sido un bálsamo para quien ha luchado contra la adversidad y el dolor, que provoca en todo ser humano, la larga y penosa enfermedad del ser que nos da la vida: nuestra madre, es a ella y a mis hijos, a quienes dedico todo éxito y honor recibido como escritora nacida en Concepción de Chile. Creo que debo expresar mi gratitud al Gran Hacedor por permitir en la carencia, soledad e incertidumbre la posibilidad de vivir y crear.

Dedicatoria

A mis hijos Carlos y Pablo, a mis nietos: Carla, Ignacio y Martín

REFLEXIÓN



Comienza la aventura de un sueño
La penumbra familiar aletea sus párpados
No sé lo que es ser poeta
Precisamente es una evidencia lo que me hace escribir poesía
o ¿axioma?
Una marca invisible que a nada me vincula
Una práctica que parte de una sombra
Un destino no elegido
Una lengua que muerde mi inconsciente
O la ausencia pesada insoportable
del límite
del juicio
quizás la certeza de no desear ser víctima
de un acontecimiento que viene del azar
o la ceguera:
La falta de memoria
Quizás Ser poeta
Es luchar contra
ese HORROR.

contenidos

Comentario

Recibido
de
Roy Davatoc
Asunto: Escritora Ingrid Odgers
Enviados: 29 diciembre 14:44
Quizá la falta de conocimiento en la tecnología no me alcanza para permitirme dejarle un comentario general a su poesía. Admiro a las personas que dedican su vida a las artes en general. Quiero agradecerle por el hecho de compartir su poesia en este medio. Es para mì una suerte tener conocimiento de su trabajo; loable, para mi.
Muy aparte, me es grato su poesía porque se maneja con un lenguaje fuera de lo coloquin, muy nostálgica y con nueva revolución en poesía. Quiza se acerca a los toques vanguardistas y urbanos.
Es agradable porque se puede aprender de él.
Felicito su poètica, su pasion y su objetivo.

Salud por la poesia, la literatura y el arte en general.